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15/9/07

Este clima me va a matar

Este clima me va a matar

Por Jorge Alcalde

David Shrigley: WORRIED.
Recibo alarmado una comunicación de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica: "La exposición ambiental podría causar hasta 16.000 muertes anuales prematuras por cáncer de pulmón". Es para tenerlo en cuenta. Sigo leyendo el subtítulo: "El calentamiento del planeta, debido a la disminución de la capa de ozono, aumenta la emisión de gas radón causante del cáncer". Ahora me quedo más tranquilo: es culpa del cambio climático.
Parece increíble que una asociación de prestigio científico se permita el lujo de emitir notas de prensa en las que brillan tanto por su ausencia la parsimonia, la ponderación y el rigor.
Vayamos por partes. Acudir al cambio climático como agente causal de una enfermedad tan concreta supondría, para empezar, un avance científico sin precedentes. Estaríamos ante la confirmación de un efecto local provocado por un fenómeno global que tiene lugar a escalas espacio-temporales inmensas. En bruto, sería como pretender observar la evolución de la especie en el comportamiento de una sola generación de niños, algo que ni siquiera el IPCC se ha atrevido a hacer. En el caso de que realmente se hubiera establecido un conexión directa entre el cambio climático y el aumento de enfermedades respiratorias, mayor disparate aún resulta atribuir este cambio a "la disminución de la capa de ozono".
Recordarán los lectores que la preocupación por el debilitamiento de la capa de ozono fue un asunto muy en boga entre los activistas del ecologismo durante los años 80 y parte de los 90. Hoy casi se ha olvidado el tema, que ha sucumbido al envite mediático de la alarma sobre el clima. De hecho, es significativo que el último informe del IPCC pase de puntillas sobre el caso del ozono, y hay que remontarse hasta 2005 para leer un informe oficial al respecto.
En la actualidad no existe razón científica alguna para relacionar la disminución de la capa de ozono con el supuesto calentamiento del clima de origen antropogénico. De hecho, el debilitamiento de la capa de ozono sobre la Antártida (el célebre agujero) ha tenido un efecto muy distinto a nivel regional. Según han demostrado imágenes tomadas con sensores de la NASA, la "piel" de la Antártida, es decir, los primeros milímetros de profundidad de la banquisa, se está enfriando, y llegó a mínimos históricos hace un par de años... precisamente en el lugar que debería haberse visto más afectado por el debilitamiento de la capa de ozono.
¿A qué se debe tamaña confusión científica en el órgano que representa a los neumólogos? ¿Confundieron los responsables de la nota de prensa la capa de ozono troposférico que nos protege de las radiaciones solares con el ozono atmosférico? Este segundo sí que está relacionado directamente con la contaminación industrial y motora, aumenta (no disminuye) en periodos de mayor radiación solar y calor y sí tiene una incidencia demostrada en algunos trastornos respiratorios. ¿Se trata de un error garrafal o hay algo más?
El experto en comportamientos de masas Bob Prechter ha explicado recientemente que "el ambiente social que envuelve al tema del cambio climático presenta una evidente sintomatología de gregarismo". "El fenómeno ha alcanzado unas altas dosis de espectacularidad y, como en otras tendencias sociales pasadas, la espectacularidad conduce a la extrapolación exagerada". Hoy, cada declaración sobre la salud, el medio ambiente y la economía ha de incluir alguna referencia, siquiera de pasada, al cambio climático. Probablemente porque de ese modo tendrá más probabilidades de ser escuchada.
Bjorn Lomborg lo ha denunciado: "La investigación suele ser un sistema que se alimenta a sí mismo. Si un científico propone un estudio que conduce a la conclusión de que no hay problema alguno que arreglar, lo más probable es que la sociedad no le permita seguir investigando en ese área, por considerarlo inútil. Por el contrario, si detecta algún problema grave, pronto encontrará el estímulo para que siga trabajando en su solución". Y el problema de moda, el que más dinero mueve, el que mejor garantiza la financiación de los proyectos de investigación, el que más probabilidades tiene de ser acogido en los medios, el que más asusta y con mayor calado profundizará en las conciencias de los receptores del mensaje es el cambio climático. Por eso hay que incluirlo en el ideario de cualquier institución que pretenda hacer llegar un mensaje al gran público.
La histeria puede llegar a extremos cómicos. Joseph Romm, miembro de la Administración Clinton y actual asesor de American Progress (el think tank virtual liderado por el ex presidente demócrata), aseguró el pasado 5 de agosto que el cambio climático había desempeñado un papel determinante en el hundimiento del puente de Minneapolis que causó varios muertos. "Al principio no me lo creía –dijo–, pero después de hacer algunas averiguaciones en Google (sic) pensé que es legítimo opinar que el cambio climático es responsable de esta desgracia".
El político se preguntaba si el puente había sido realmente diseñado para soportar las altas temperaturas que azotaron Minneapolis durante los dos veranos anteriores. "Las personas que hoy niegan esta posibilidad –advirtió Romm– son las mismas que constantemente niegan que el cambio climático tenga un origen antropogénico. Pero mi experiencia me dice que esa gente, en realidad, no está interesada en conocer las causas reales de la tragedia".
Está claro: si quiere tener éxito, ponga un poco de cambio climático en su vida. Aunque sea con calzador. Aunque para ello tenga que forzar un poco la realidad. Hoy en día, el calentamiento global no puede faltar en una buena nota de prensa, en un buen anuncio sobre las virtudes medioambientales de una marca de ¡yogures! o en un buen programa electoral.
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5/9/07

Calentamiento global y efecto 2000

Calentamiento global y efecto 2000
   
Daniel Rodríguez Herrera

Ya nos hemos olvidado todos, pero lo cierto es que en los últimos años de la década pasada vivimos un capítulo de histeria similar al que padecemos ahora a cuenta del calentamiento global. El mundo se acabará el 1 de enero del 2000, cuando todos los ordenadores fallen porque se creen que estamos en 1900, dijeron entonces. En diez años el calentamiento será irreversible y no podremos hacer nada para detenerlo, dicen hoy Al Gore y sus secuaces. Entonces se gastó una millonada; cuando no pasó nada se justificó diciendo que había merecido la pena, pero allí donde no se habían hecho grandes esfuerzos suplementarios tampoco tuvieron grandes problemas. Pero el caso es que acabamos de enterarnos de que sí hubo un error debido al efecto 2000 que no se corrigió hasta la semana pasada. Y es gordo.

Uno de los principales registros de temperaturas es el que recopila el Instituto Goddard (GISS) de la NASA. Es la referencia en lo que se refiere a Estados Unidos, que por otra parte es seguramente el país que posee los mejores registros del mundo. Pero por muy buenos que sean, la toma de temperatura en tierra, para series largas, tiene varios problemas imposibles de evitar. El primero son los cambios en el entorno de diversos puntos de recogida de temperaturas. El segundo, que hacer series de temperaturas medias es siempre complicado teniendo sólo algunos puntos de referencia, de modo que se calculan por medio de algoritmos ejecutados por computadores.

Pues bien, Steve McIntyre, el infatigable estadístico responsable de haber echado abajo la infame gráfica del palo de hockey, que mostraba unas temperaturas razonablemente estables durante siglos hasta una subida brutal durante éste, ha encontrado un error en la aplicación encargada de calcular la temperatura media. Un error que, quien lo iba a imaginar, hacía que las temperaturas recientes fueran mayores, exagerando el calentamiento.

Su efecto más significativo es que después de las correcciones pertinentes 1998 deja de ser el año más caluroso en Estados Unidos desde que se registra la temperatura; ahora el cetro le corresponde a 1934, año en el que tengo la impresión de había menos CO2. Será que las depresiones económicas calientan también. Hay quien ha empezado a argumentar que es un error pequeño. Pero todos los años del 2000 al 2005 tenían una temperatura media 0'15 grados superior a la real. El protocolo de Kyoto, ese cuyo cumplimiento nos salvará de la hecatombe, sólo reduciría el calentamiento en 0'07 grados.

Se dan varios hechos adicionales en este caso que resultan más bien graves. El primero es que el GISS está dirigido por James Hansen, el mismo que inició la histeria del calentamiento global en 1988 en una comparecencia en una comisión del Senado dirigida por nada más y nada menos que Al Gore. El segundo, que el instituto dirigido por tan honesto científico no pone a disposición de todo el mundo el software que emplea para calcular la temperatura media; McIntyre ha tenido que hacer ingeniería inversa para averiguar qué error podía tener. Y el tercero es que, estando los datos estadounidenses entre los mejores, ¿cómo no temer los errores que puedan existir en otros países?

Hansen y los suyos, en el mejor de los casos, no revisaron sus algoritmos porque daban los resultados que debían dar para confirmar sus teorías. En el peor, lo sabían perfectamente y por eso los ocultaron; es lo que habría que pensar por defecto de cualquier científico que oculte sus datos o sus métodos. Ninguna de las dos posibilidades resulta demasiado halagüeña para los defensores de la teoría del calentamiento global producido por el hombre. No sólo los modelos no tienen en cuenta muchas cosas, sino que ni siquiera podemos tener confianza en que los datos estén bien.
  Por cierto, el blog de McIntyre ha sufrido un ataque de denegación de servicio, según informa Michelle Malkin, y el autor lo ha tenido que sustituir por una página en la que informa del mismo. Cabe imaginar que el culpable del hackeo es alguien para quien el calentamiento es una fe religiosa y no una hipótesis científica. Eso no reduce demasiado el campo de los sospechosos, la verdad.
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