Ciudad Real. (Efe).- Una familia de Ciudad Real ha guardado en su casa durante más de tres décadas un meteorito metálico de 100 kilos que encontró en 1980 junto al Parque Nacional de Cabañeros pensando que era chatarra bélica, según han confirmado ahora el CSIC y el Instituto Geológico Minero de España (IGME).
El meteorito, de pequeñas dimensiones (45x31x20 centímetros), fue encontrado en 1980 en un campo de labor y pastoreo próximo a Retuerta del Bullaque (Ciudad Real), por Faustino Asensio, cuando se encontraba junto a su padre cuidando del ganado.
Durante más de 30 años, la familia Asensio López ha conservado en su casa esta pieza de importante valor científico pensando que se trataba únicamente de chatarra bélica. De hecho, aprovechaban su importante peso para prensar jamones, según ha relatado a Efe Faustino Asensio.
A raíz de conocer el hallazgo de otros meteoritos en distintos lugares del mundo, se pusieron en contacto con el geólogo Juan Carlos Gutiérrez Marco, del Instituto de Geociencias del CSIC (IGEO), que dirige el estudio geológico y paleontológico del Parque Nacional de Cabañeros.
Gutiérrez Marco ha explicado a Efe que la morfología externa de la pieza y su elevada densidad le hicieron pensar que podría tratarse de un meteorito, un hecho que se confirmó posteriormente con los primeros análisis. Los estudios determinaron que se trataba de un auténtico siderito (meteorito metálico), el cuarto de este tipo aparecido en España, tras los documentados en Quesa (Valencia, 1898), Colomera (Granada, 1912) y La Almunia (Zaragoza, hacia 1950).
El estudio mineralógico y geoquímico del ejemplar, completado recientemente por los investigadores del IGME Rafael Lozano y Jesús Reyes, permitió clasificar al meteorito como una octaedrita gruesa del grupo principal del complejo IAB de sideritos.
En uno de los cortes realizados al ejemplar, ha explicado a Efe Rafael Lozano, "se distinguen aleaciones complejas de hierro y níquel (taenita-kamacita) más carburo de ambos metales (cohenita), todos ellos cristalizados a elevada presión y temperatura, formando el típico entramado geométrico de las llamadas figuras de Widmanstätten".
Lozano ha comentado que el meteorito contiene, además, "otros minerales raros, como troilita (sulfuro de hierro en nódulos) y schreibersita (fosfuro de hierro y níquel)". De acuerdo con el contexto geológico del lugar de hallazgo (un antiguo abanico torrencial), los expertos deducen que la caída del meteorito se remonta a tiempos prehistóricos (Pleistoceno medio o superior), probablemente antes de que se conformase la red fluvial actual.
Juan Carlos Gutiérrez Marco ha señalado que "el objeto permaneció enterrado y por ello sobrevivió a las épocas de mayor sed de metales entre las civilizaciones documentadas en la zona, hasta una fecha relativamente reciente, en que su exhumación se vio favorecida por el continuado labrado de los campos".
Pese a mostrar una oxidación externa irregular, el meteorito conserva restos de la corteza de fusión generada durante su entrada en la atmósfera terrestre, y numerosas oquedades superficiales (regmaglifos) debidas al rozamiento con el aire.
Los meteoritos metálicos se atribuyen habitualmente a fragmentos del núcleo de planetoides progenitores ubicados en el Cinturón de Asteroides, existente entre Marte y Júpiter.
El comienzo del viaje hasta la Tierra podría deberse a la colisión de algún cuerpo celeste, por ejemplo un cometa, con dicho protoplaneta, ha señalado Rafael Lozano.
Los primeros resultados de la investigación realizada sobre el meteorito se hallan en vías de publicación en la revista Estudios Geológicos, si bien la Sociedad Internacional de Meteorítica y Ciencia Planetaria ha asignado al meteorito el nombre oficial de Retuerta del Bullaque, atendiendo a su localidad de hallazgo.
Esta sociedad lo ha clasificado como el meteorito número 29 de los confirmados para España, el cuarto siderito hallado en territorio nacional y el número 84 del registro mundial para su categoría.
El fragmento desgajado para el estudio científico de la masa principal, se exhibe a partir de hoy en el Museo Geominero en Madrid, junto con una réplica del original, confeccionada por el especialista Eleuterio Baeza (IGME). Hasta el momento, en los museos españoles se conservaban tan sólo restos de los sideritos de Colomera (Granada) y Quesa (Valencia).
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Los Asensio López de Ciudad Real encontraron en una finca la pieza de relevante valor científico pensando que se trataba únicamente de chatarra bélica y la usaban para prensar jamones
EFE
El meteorito que la familia Asensio López de Ciudad Real guardó en su casa durante tres décadas
Una familia de Ciudad Real ha guardado en su casa durante más de tres décadas un meteorito metálico de 100 kilos que encontró en 1980 junto al Parque Nacional de Caballeros pensando que era chatarra bélica, según han confirmado ahora el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Geológico Minero de España (IGME).
El meteorito, de pequeñas dimensiones (45x31x20 centímetros), fue encontrado en 1980 en un campo de labor y pastoreo próximo a Retuerta del Bullaque (Ciudad Real), por Faustino Asensio,cuando se encontraba junto a su padre cuidando del ganado.
Aprovechaban que el meteoro pesaba unos 100 kilos para prensar jamones
Durante más de tres décadas, la familia Asensio López ha conservado en su casa esta pieza de importante valor científico pensando que se trataba únicamente de chatarra bélica. De hecho, aprovechaban su importante peso para prensar jamones, según ha relatado Faustino Asensio.
A raíz de conocer el hallazgo de otros meteoritos en distintos lugares del mundo, se pusieron en contacto con el geólogo Juan Carlos Gutiérrez Marco, del Instituto de Geociencias del CSIC (IGEO), que dirige el estudio geológico y paleontológico del Parque Nacional de Cabañeros.
Gutiérrez Marco ha explicado a Efe que la morfología externa de la pieza y su elevada densidad le hicieron pensar que podría tratarse de un meteorito, un hecho que se confirmó posteriormente con los primeros análisis.
Los estudios determinaron que se trataba de un auténtico siderito (meteorito metálico), el cuarto de este tipo aparecido en España, tras los documentados en Quesa (Valencia, 1898), Colomera (Granada, 1912) y La Almunia (Zaragoza, hacia 1950).
El estudio mineralógico y geoquímico del ejemplar, completado recientemente por los investigadores del IGME Rafael Lozano yJesús Reyes, permitió clasificar al meteorito como una octaedrita gruesa del grupo principal del complejo IAB de sideritos.
En uno de los cortes realizados al ejemplar, ha explicado Rafael Lozano, "se distinguen aleaciones complejas de hierro y níquel (taenita-kamacita) más carburo de ambos metales (cohenita), todos ellos cristalizados a elevada presión y temperatura, formando el típico entramado geométrico de las llamadas figuras de Widmanstätten".
Lozano ha comentado que el meteorito contiene, además, "otros minerales raros, como troilita (sulfuro de hierro en nódulos) y schreibersita (fosfuro de hierro y níquel)".
De acuerdo con el contexto geológico del lugar de hallazgo (un antiguo abanico torrencial), los expertos deducen que la caída del meteorito se remonta a tiempos prehistóricos (Pleistoceno medio o superior), probablemente antes de que se conformase la red fluvial actual.
Juan Carlos Gutiérrez Marco ha señalado que "el objeto permaneció enterrado y por ello sobrevivió a las épocas de mayor sed de metales entre las civilizaciones documentadas en la zona, hasta una fecha relativamente reciente, en que su exhumación se vio favorecida por el continuado labrado de los campos".
Pese a mostrar una oxidación externa irregular, el meteorito conserva restos de la corteza de fusión generada durante su entrada en la atmósfera terrestre, y numerosas oquedades superficiales (regmaglifos) debidas al rozamiento con el aire.
El 29º meteorito en España
Los meteoritos metálicos se atribuyen habitualmente a fragmentos del núcleo de planetoides progenitores ubicados en el Cinturón de Asteroides, existente entre Marte y Júpiter. El comienzo del viaje hasta la Tierra podría deberse a la colisión de algún cuerpo celeste, por ejemplo un cometa, con dicho protoplaneta, ha señalado Rafael Lozano.
Los primeros resultados de la investigación realizada sobre el meteorito se hallan en vías de publicación en la revista Estudios Geológicos, si bien la Sociedad Internacional de Meteorítica y Ciencia Planetaria ha asignado al meteorito el nombre oficial de Retuerta del Bullaque, atendiendo a su localidad de hallazgo.
Esta sociedad lo ha clasificado como el meteorito número 29 de los confirmados para España, el cuarto siderito hallado en territorio nacional y el número 84 del registro mundial para su categoría.
El fragmento desgajado para el estudio científico de la masa principal, se exhibe a partir de hoy en el Museo Geominero en Madrid, junto con una réplica del original, confeccionada por el especialista Eleuterio Baeza (IGME). Hasta el momento, en los museos españoles se conservaban tan sólo restos de los sideritos de Colomera (Granada) y Quesa (Valencia).
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Madrid. (Europa Press).- Científicos han vinculado la desaparición abrupta de la mitad de las especies terrestres hace 200 millones de años a una fecha precisa de un conjunto de gigantescas erupciones volcánicas, que pueden haber causado cambios climáticos tan bruscos que muchas criaturas fueron incapaces de adaptarse, posiblemente a un ritmo similar al del calentamiento del clima actual por la influencia humana. La extinción abrió el camino de los dinosaurios para evolucionar y dominar el planeta durante los siguientes 135 millones años, antes de que ellos también fueran eliminados más tarde por un cataclismo planetario.
En los últimos años, muchos investigadores han sugerido que la llamada extinción del fin del Triásico y al menos otros cuatro episodios conocidos de exticiones fueron causados al menos en parte por megavolcanes y el resultante cambio climático. Sin embargo, no fueron capaces de relacionar estrechamente en el tiempo los depósitos dejados por las erupciones a los accidentes biológicos.
Este estudio, publicado en Science, proporciona el enlace más ajustado todavía, con una fecha precisa para la extinción del final del Triásico, 201.564.000 años atrás, exactamente al mismo tiempo que un flujo masivo de lava. "Esto no puede saciar todas las preguntas sobre el mecanismo exacto de la propia extinción. Sin embargo, la coincidencia en el tiempo con el vulcanismo es más o menos acorazada", dijo el coautor Paul Olsen, geólogo del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia que investiga el límite desde la década de 1970.
El nuevo estudio se une a varias líneas preexistentes de evidencia alineándolas con las nuevas técnicas para poner fecha a las rocas. El autor principal, Terrence Blackburn (entonces en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y ahora en la Institución Carnegie) utilizó el decaimiento de los isótopos de uranio para tirar de las fechas exactas de basalto, una roca dejada por las erupciones. Los basaltos analizados en el estudio provenían de la provincia magmática del Atlántico central (CAMP), una serie de enormes erupciones conocidas que comenzaron hace alrededor de 200 millones de años, cuando casi toda la tierra se amasó en un continente enorme.
Las erupciones arrojaron unos 2,5 millones de kilómetros cúbicos de lava en cuatro arranques repentinos en un periodo de hace 600.000 años e iniciaron una grieta que se desarrolló en el Océano Atlántico. Restos de lava de CAMP se encuentran ahora en América del Norte y del Sur y África del Norte. Los científicos analizaron muestras de lo que ahora son Nueva Escocia, Marruecos y los suburbios de Nueva York.
Estudios anteriores han sugerido una relación entre las erupciones de CAMP y la extinción, pero las dataciones de otros investigadores de los basaltos tienen un margen de error de 1 a 3 millones de años. El nuevo margen de error es de sólo unos pocos miles de años, lo que en geología es un parpadeo, según resaltan los autores de esta investigación.
Blackburn y sus colegas demostraron que la erupción en Marruecos fue la primera, con las de Nueva Escocia y Nueva Jersey cerca de 3.000 y 13.000 años más tarde, respectivamente. Los sedimentos por debajo de esa época contienen polen, esporas y otros fósiles característicos de la era del Triásico, en los superiores a esa fecha, los fósiles desaparecen.
Entre las criaturas que desaparecieron fueron la anguila, los conodontos, los primeros cocodrilos, los lagartos de árboles y muchas plantas de hoja ancha. La datación se ve reforzada por una capa de sedimento justo antes de la extinción que contiene granos minerales que proporcionan evidencia de una de las muchas inversiones periódicas de la tierra de polaridad magnética.
Esta inversión particular, etiquetada como E23r, es constantemente localizada justo debajo de la frontera, por lo que es un marcador cómodo, dijo el coautor Dennis Kent, experto en paleomagnetismo que trabaja también en Lamont-Doherty. Con las mismas capas encontradas en todas partes, los investigadores analizaron lejos, donde las erupciones "tuvieron que ser un infierno de un evento", dijo Kent.
La tercera pieza de evidencia cronológica son las capas sedimentarias en sí. Las rocas sedimentarias no se pueden datar directamente, lo que supone una de las razones por las que el momento de la extinción ha sido difícil de identificar. Olsen y otros expertos han sostenido durante mucho tiempo que el cambio cíclico en la orientación del eje hacia el sol que resultó en cambios de temperatura, creó consistentemente capas que reflejan la alternativa de llenado y secado de cuencas de lagos grandes en una fecha bastante estable de 20.000 años.
Esta idea ha sido bien aceptada pero muchos científicos han tenido dudas sobre si se podría aplicar mucho más atrás. Al correlacionar la fecha precisa de los basaltos con las capas sedimentarias que lo rodean, el nuevo estudio muestra que la precesión funciona más o menos de la misma manera, permitiendo fechas con un error de más o menos 20.000 años que se asignará a la mayoría de los conglomerados de los sedimentos fósiles, dijo Olsen.
Olsen ha catalogado minuciosamente las capas alrededor de la época del final del Triásico, y la fase inicial de la extinción se produce en una sola capa, es decir, el evento llevó unos 20.000 años a lo sumo, pero, según agregó este investigador, "podría haber llevado mucho menos". Muchos científicos suponen que las erupciones gigantes habrían enviado partículas sulfurosas al aire que oscureció el cielo, creando un invierno de varios años que habría congelado a muchas criaturas.
Un estudio anterior de Kent y el geoquímico Morgan Schaller de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey (Estados Unidos), también ha demostrado que cada pulso de volcanismo duplicó la concentración del aire de dióxido de carbono, un componente importante de los gases volcánicos. Siguiendo los impulsos de frío, los efectos del calentamiento de este gas de efecto invernadero han durado miles de años, acabando con criaturas que no pueden aguantar demasiado calor.
Los fósiles muestran que las plantas sensibles al calor sufrieron especialmente y también hay evidencia de que el aumento de las emisiones de CO2 causó reacciones químicas que volvieron los océanos más ácidos, lo que hizo derrumbar la construcción de poblaciones de las criaturas de concha. Como si esto no fuera suficiente, también hay evidencia de que un gran meteorito golpeó la tierra en el momento de la extinción, pero este factor parece mucho más incierto.
Se ha hecho más caso a la extinción de los dinosaurios por un meteorito hace 65 millones de años, un acontecimiento que abrió el camino para la evolución y el dominio de los mamíferos, incluidos los seres humanos. El vulcanismo pudo haber estado involucrado en esta extinción, con el meteorito como golpe final del proceso.
El fin del Triásico fue el cuarto periodo mundial conocido en mortandad, siendo la extinción de los dinosaurios el quinto. Hoy en día, algunos científicos han propuesto que estamos en la cúspide de una sexta extinción por el hombre, ya que el crecimiento explosivo de la población humana, la actividad industrial y la explotación de los recursos naturales están empujando rápidamente a muchas especies fuera del mapa.
La quema de combustibles fósiles, en particular, ha tenido un efecto: el aumento del nivel de CO2 del aire de más del 40 por ciento en sólo 200 años, posiblemente a un ritmo tan rápido o más rápido que el del final del Triásico. El resultante aumento de las temperaturas ahora parece estar alterando los ecosistemas y el CO2 que entra en el agua de mar está causando lo que podría ser la acidificación más rápida continua de los océanos durante al menos los últimos 300 millones de años, según un estudio de 2012.
El Triásico, una división de la escala temporal geológica, es uno de los tres períodos geológicos de la Era Mesozoica; comenzó hace 251,0 ± 0,4 millones de ...
Los dinosaurios (Dinosauria, del griego δεινός σαῦρος, deinos sauros, 'lagarto terrible') es un superorden de vertebrados saurópsidos que dominaron los ...
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