Os voy a explicar una historia fascinante. Una historia protagonizada por el inventor del
Test de Cociente Intelectual,
Lewis Terman, en su búsqueda de un mundo mejor.
La búsqueda de Terman semejaba la búsqueda de superhéroes en la sociedad, como el profesor Xavier. Pero Terman no buscaba a los X-Men ni a Supermán sino a los
Termitas. “¡Los Termitas salvarán el mundo!”, fue lo que pensó.
Craso error.
Terman sólo consiguió crear un ejército de robots tan igualitarios y uniformes como los soldados imperiales de
Star Wars. Y ya sabéis dónde termina la mayoría de los soldados imperiales. Sí, viven en la Estrella de la Muerte, protagonizan una batalla de gran magnitud. Pero finalmente son los Jedi los verdaderos protagonistas.
Y ningún Jedi perteneció al ejército que quería crear Terman.
Pero basta de analogías con
Star Wars y vayamos a las razones del fracaso de Lewis Terman.
La vida de Terman, un joven profesor de Psicología en la Universidad de Stanford, cambió radicalmente después de la Segunda Guerra Mundial, al conocer a un chico muy raro llamado
Henry Cowell. Este chico era pobre y estaba sin escolarizar desde los 7 años. Trabajó como portero en una escuela no muy lejos de Stanford, y a menudo abandonaba su puesto para tocar el piano de la escuela con una maestría que llamó la atención de Terman.
Terman le hizo el test de CI que había inventado, el
Stanford-Binet, y descubrió que Cowell tenía un CI superior a 140, que es el umbral de la genialidad.
Terman quedó conmocionado.
¿Cuántas otras personas geniales deberían estar perdidas entre la sociedad, sin llamar la atención? ¿Era posible que el mundo dejara estos diamantes en bruto desaparecer sin dejar rastro en la historia? Terman, entonces, tomó una decisión, esa clase de decisiones en las que suenan fanfarrias orquestales.
Iba a encontrar a todos los chicos como Cowell para encauzar su genio de forma provechosa y socialmente positiva. Un grupo destinado a formar las futuras elites de Estados Unidos, líderes que hicieran avanzar la ciencia, el arte, la política, la educación y la asistencia social en general.
Intelectuales extraterrestres organizados a los que llamaría Termitas.
Empezó a buscar personalmente a los primeros Termitas. Una niña de 19 meses que conocía el alfabeto. Otra que leía a Dickens y a Shakespeare con 4 años. Un chico expulsado de la facultad de Derecho porque sus profesores no podían creerse que fuera capaz de reproducir de memoria con tanta precisión largas parrafadas de opiniones jurídicas.
Luego su búsqueda se convirtió en una búsqueda global y sistemática de excelencia intelectual. Subvencionado por la
Fundación Mancomunidad Británica, reunió a un equipo de trabajadores de campo y los envió a las escuelas primarias de California.
Éstos pidieron a los profesores que nominaran a los alumnos más brillantes de sus clases, que hicieron una prueba de inteligencia. De estos niños, el 10 por ciento que obtuvo mejores resultados realizó una segunda prueba de CI; y los que puntuaron por encima de 130 en aquel segundo test accedieron a una tercera prueba de CI; y de aquel conjunto de resultados, Terman seleccionó a los mejores y más brillantes. Cuando Terman terminó, había revisado los expedientes de unos 250.000 alumnos de primaria y secundaria, e identificado a 1.470 niños cuyos CI se situaban por encima de 140, incluso algunos llegaban a los 200 puntos.
El resto de su vida, Terman vigiló a su ejército de superhombres, sometiéndolo a todo tipo de rastreos, pruebas, mediciones y análisis. Todas sus conclusiones las registró en gruesos volúmenes rojos titulados
Estudios genéticos del genio.
Todo esto nos puede parecer, hasta cierto punto, razonable.
¿Qué mejor que un grupo de personas intelectualmente superiores en los que delegar los problemas más complejos del mundo? Muchas universidades solicitan una prueba de inteligencia para ingresar en ellas. Empresas como Google o Microsoft miden las capacidades cognitivas de sus futuros empleados con preguntas como la que sigue: “
¿Por qué las tapas de alcantarillado son redondas?”
(La respuesta, por cierto, es que de ese modo la tapa no puede caerse dentro de la alcantarilla, por mucho lo intente, algo que no pasaría con una tapa rectangular. Ahora ya podéis optar a trabajar en Microsoft.)
Pero Terman se equivocó.
Y los Termitas fueron un fracaso. En la próxima entrega de este artículo ahondaremos en las razones de ello.
En la entrega anterior de este artículo os explicaba los orígenes de los Termitas, un grupo de personas intelectualmente superior que habría de liderar el mundo futuro a fin de convertirlo en un lugar mejor.
Pero los Termitas fueron un fracaso porque su fundador, Lewis Terman, no había reparado en un pequeño detalle. Que los logros extraordinarios obedecen menos al talento que a la oportunidad. Y que el CI no es el único factor que determina la genialidad de una persona.
Se han llevado a cabo numerosas investigaciones en una tentativa de determinar cómo el rendimiento de una persona en una prueba de CI se traduce en éxito en la vida real. Y se ha descubierto que la relación entre éxito y CI funciona sólo hasta cierto punto. Una vez se alcanza una puntuación de unos 120, el sumar puntos de CI adicionales no parece repercutir en una ventaja mesurable a la hora de desenvolverse en la vida real.
Una persona con un CI de 170 tiene más posibilidades de pensar eficientemente que una persona con un CI de 70. Pero una vez cruzado el umbral de 120, entonces las posibilidades se diluyen. El premio Nobel tiene tantas posibilidades de recaer en un CI de 130 como en un CI de 180.
Ocurre con estos niveles como la altura para rendir en el baloncesto. A partir de cierta estatura, los centímetros de más no se traducen en mejores jugadores. Para jugar cierto nivel se precisa de una altura de 1,85. Pero un jugador de 2,05 metros de altura no es necesariamente mejor que uno de 2 metros.
Ésa es la razón de que, por ejemplo, entre la lista de galardonados con el premio Nobel de Medicina encontremos a personas que han estudiado tanto en las mejores universidades como en universidades no tan excelentes.
Puede que en una escala absoluta los estudiantes de Georgetown no sean tan listos como los de Harvard. Sin embargo, está claro que son suficientemente listos; y que los ganadores del premio Nobel salen de universidades como Harvard, pero también de otras como Georgetown.
Otro ejemplo que refuerza esta idea la encontramos en la discriminación positiva que existe en algunas universidades, como la de Michigan. Alrededor del 10 % de los estudiantes que se matriculan al año son miembros de una minoría racial, aunque sus notas de acceso no sean tan competentes como el resto de personas (aunque igualmente sean calificaciones brillantes).
La Universidad de Michigan decidió hacer un seguimiento de cómo les había ido a estos estudiantes de Derecho después de terminar la carrera. (…) Examinaron todo aquello que pudiera servir como indicativo de éxito en el mundo real. (…) Encontramos que les iba exactamente igual de bien. En ningún lugar apreciamos diferencias significativas.
La inteligencia, pues ,
importa a partir de cierto umbral, luego una mayor inteligencia no es significativa para resultar brillante en la vida.
Asumido esto, vayamos entonces a analizar qué es lo que importa una vez superado ese umbral de inteligencia a la hora de ser brillante.
Para ello vamos a emplear una “
prueba de divergencia”. Los test de CI se basan en
pruebas de convergencia: se obliga a revisar una lista de posibilidades y
converger en la respuesta correcta. Pero en las pruebas de divergencia no hay una respuesta correcta única, lo que aquí cuenta es el número y la singularidad de las respuestas.
Este tipo de pruebas miden aspectos como la creatividad.
Vamos a poner un ejemplo:
Escribid todos los usos diferentes que se os ocurran para los siguientes objetos: un
ladrillo y una
manta.
Esta es la respuesta que dio
Florence Hudson, una prodigio, con uno de los CI más altos de su escuela:
Ladrillo: Construcción, lanzamiento.
Manta: Proteger del frío, sofocar un fuego, como una hamaca o parihuela improvisada.
No está mal. Pero Florence sólo ofrece
los empleos más funcionales y comunes. Ahora echemos un vistazo a la respuesta de un tal
Poole, de un instituto británico de nivel superior:
Ladrillo: hacer la compra cuando la tienda está cerrada. Ayudar a sostener en pie las casas. Para jugar a la ruleta rusa y mantenerse en forma al mismo tiempo (diez pasos ladrillo en mano, media vuelta y lanzamiento; prohibida toda acción evasiva.) Para poner encima de la manta y que ésta no se caiga de la cama. Para romper botellas de Coca-Cola vacías. O llenas.
Manta: Para tapar una cama. Para practicar sexo ilícito en el campo. Como tienda de campaña. Para hacer señales de humo. Como vela para un barco, carro o trineo. Como sustituto de una toalla. Como blanco de tiro para miopes. Como salvavidas para gente que salta de rascacielos en llamas.
Por esa razón los Termitas fracasaron. Porque
los Termitas eran robots que estaba muy bien valorados a la hora de cumplir su programa robot. Pero ¿quién tiene más posibilidades de hacer el tipo de trabajo brillante e imaginativo que gana premios Nobel? ¿Florence o Poole?
Ésta es la segunda razón de que los galardonados con el Nobel provengan tanto de Holy Cross como de Harvard, porque Harvard no selecciona a sus estudiantes en función de los resultados que arroja el test del ladrillo y la manta; y, sin embargo, bien pudiera ser más útil para predecir quién tiene lo que hay que tener para ganar el Nobel.
Sin embargo, os preguntaréis qué fue de los Termitas. Pues bien, hay que reconocer que sus niveles de vida tendieron a ser altos, pero tampoco nada extraordinarios, a pesar de ser genios exhaustivamente seleccionados. Las carreras profesionales de la mayoría
fueron normales, pero bastantes de ellos fracasaron en ellas.
En una crítica devastadora, el sociólogo Pitirim Sorokin demostró en cierta ocasión que, si Terman se hubiera limitado a elegir al azar un grupo de niños con entornos familiares parecidos a los de los Termitas (absteniéndose por completo de calcular su cociente intelectual), habría reunido un grupo autor de logros casi equivalentes a los de su grupo minuciosamente seleccionado de genios.
y2a -Vía |
Fueras de serie de Malcom Gladwell