Autor: Eduard Punset 4 Abril 2010
Ahora sabemos que en el mundo globalizado en el que vivimos, los niños, tanto como las empresas y los gobiernos, necesitan completar cuatro deberes para sobrevivir. Si algunos de los gobiernos autonómicos hubieran actuado conforme al nuevo conocimiento, se habrían ahorrado muchas de las críticas que ahora los están abocando a la derrota en las próximas elecciones. ¿Cuáles son los cuatro deberes que los niños en las escuelas están aprendiendo ya y que, sin embargo, muchos políticos no se paran a imitar?
1. Focalizar la atención es el primero de ellos. Aprender a concentrarse. La diversidad de pantallas y soportes distintos, como los móviles, las consolas, Internet y las redes sociales, nos ha enseñado a lidiar con múltiples retos al mismo tiempo.
La naturaleza especial de la materia que une los dos hemisferios cerebrales en el sexo femenino había hecho de la mujer una ganadora indiscutible en este objetivo de atender distintas tareas a la vez. Los demás, incluidos los niños, hemos tenido que estudiar las técnicas conocidas para focalizar la atención. Está muy bien ser capaz de abordar, a la vez, los distintos procesos que cristalizan en pantallas o soportes separados; siempre y cuando, claro está, no perdamos la capacidad de concentrar nuestra atención en un problema concreto cuando esto haga falta.
Muchos dirigentes políticos y empresariales están atendiendo tantas pantallas distintas que, como les ocurría a muchos “niños digitales”, son incapaces de estudiar a fondo o fijarse en uno solo de los problemas que los rodean: el impacto en los ciudadanos de los rigores del clima invernal, por ejemplo.
Clase de matemáticas en una escuela holandesa de los años 30 del siglo XX (foto: Archivo Nacional de los Países Bajos en Flickr).
2. El aprendizaje social y emocional –o si se quiere, la gestión de las emociones negativas como el odio ideológico, el desprecio y la falta de empatía– constituye la segunda pauta del nuevo abecedario que se está enseñando ya a los niños, pero que desconocen todavía los dirigentes empresariales y políticos. En el pasado, las técnicas del marketing requerían seguir con atención el impacto en la opinión pública de las decisiones tomadas, expresado en la intención de voto. En la actualidad, sin embargo, resulta indispensable conocer el contenido emocional de las posturas aireadas en la clase, la empresa o el país, así como el resultado de una rabia desatada por un pánico inesperado o un desprecio prolongado; todo esto, mucho antes de que se traduzcan dichos sentimientos en los índices de la intención de voto. Nadie sabe a ciencia cierta cómo van a expresarse el lenguaje no corporal y el torbellino de las emociones colectivas, a menos que se profundice en su conocimiento.
3. La resolución de conflictos es la tercera pauta del nuevo conocimiento indispensable para sobrevivir en el siglo XXI. Ya no cabe la antigua actitud de ignorarlos o aparcarlos. Los dilemas que deben resolverse son inevitables y es preciso abordarlos con resolución y ganas.
Las interacciones entre causas distintas son demasiado numerosas y complejas para seguir creyendo que el tiempo lo cura todo. No es cierto. Problemas que antes podían arrinconarse en la despensa de la Historia irrumpen hoy dislocando la vida cotidiana de las gentes: políticas equivocadas de inmigración, colapso de prestaciones sanitarias o de seguridad ciudadana.
4. Por último, están disminuyendo los índices de violencia a nivel mundial y aumentando los de compasión y altruismo. Nos lo enseña la ciencia tanto como la experiencia de los últimos años, en contra de lo que siguen opinando muchos sectores, sobre todo mediáticos. Cualquier opción política emparentada con la vieja lucha de clases está por ello condenada al fracaso y sólo pueden consolidarse las políticas y decisiones basadas en el consenso y la reflexión colectiva.
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