Las matemáticas dejan en ridículo el código secreto de la Biblia (I)
El supuesto código de letras que esconde la Biblia ha generado incontables libros de análisis conspiranoico y los fenicios frotamientos de manos de muchas editoriales sin escrúpulos. El código secreto de la Biblia, de Michael Drosnin, es un ejemplo manifiesto de ello: incluso se atrevía a afirmar que la Biblia contenía profecías de hechos contemporáneos.
Las matemáticas, sin embargo, con una lánguida elegancia, desmontan el mito en pocos segundos.
El último intento de encontrarle un significado profundo a la Biblia tuvo lugar a raíz de la publicación de un artículo en una revista de estadística que sugería que la Torá, los 5 primeros libros de la Biblia, contenía secuencias de letras equidistantes que profetizaban relaciones significativas entre personas, eventos y fechas.
El matemático John Allen Paulos explica así esta supuesta conexión estadística:
Vayamos a las probabilidades matemáticas de encontrar 4 letras concretas en posiciones equidistantes dentro de cualquier texto, incluida la Biblia. Todo lo que se requiere es multiplicar las probabilidades de aparición de cada una de las 4 letras en la secuencia.
Allen Paulos lo calcula así:
Cuando desarrollemos ese matiz, os daréis cuenta de que las probabilidades no son tan altas.
Si nos despojamos de cualquier creencia y analizamos objetivamente el problema, hemos de convenir que la búsqueda de la secuencia vino primero, así que las probabilidades no son tan bajas. La localización de letras equidistantes no deben aparecer necesariamente en una localización particular del texto. Estamos dispuestos a que “life” aparezca en cualquier parte del texto, desde el principio al final.
Es decir, se buscan todas las posiciones a partir de las cuales puede identificarse una secuencia de letras equidistante (siendo X el número de posiciones de letras dentro del texto). Entonces la probabilidad de hallar la secuencia “life” viene a ser: P x X.
Finalmente, el observador sólo se fijará en las secuencias que le interesan y pasará por alto las que no.
En resumidas cuentas, lo importante no es la probabilidad de que aparezca una secuencia particular en un texto sino la probabilidad de que ALGUNA secuencia de significado vagamente similar aparezca DE ALGÚN MODO y EN ALGUNA PARTE del texto.
Bajo esta reglas tan laxas, es fácil, por ejemplo, encontrar secuencias interesantes en la traducción inglesa de Guerra y Paz: “Jordan”, “Chicago” y “Bulls”. Es decir, que Tolstoi estaba profundamente interesado en el futuro del baloncesto.
Las matemáticas, sin embargo, con una lánguida elegancia, desmontan el mito en pocos segundos.
El último intento de encontrarle un significado profundo a la Biblia tuvo lugar a raíz de la publicación de un artículo en una revista de estadística que sugería que la Torá, los 5 primeros libros de la Biblia, contenía secuencias de letras equidistantes que profetizaban relaciones significativas entre personas, eventos y fechas.
El matemático John Allen Paulos explica así esta supuesta conexión estadística:
Una secuencia de letras equidistantes es un conjunto ordenado de letras, en este caso hebreas, cada una de las cuales (salvo la primera) sigue a su precedente por un número fijo de otras letras. (No se cuentan los espacios entre palabras.) Un ejemplo simple es la palabra “nazi” (geNerAliZacIón), si se toma un intervalo entre letras de longitud 2. Habitualmente, los intervalos entre letras son mucho más largos: 23, 47, 69 o 92 letras, e incluso más. Los autores del artículo citado habían identificado en el texto de la Torá secuencias de letras equidistantes correspondientes a los nombres (o algunas variantes) de rabinos famosos que vivieron en siglos posteriores a los tiempos bíblicos, junto con secuencias a menudo contiguas correspondientes a sus fechas de nacimiento u otros eventos relacionados, la probabilidad de lo cual era minúscula.El análisis matemático, sin embargo revela que estos hallazgos numerológicos parecen haber sido formulados por Rappel o Aramís Fuster: son superfluas y predicen poco, incluso menos de lo normal.
Vayamos a las probabilidades matemáticas de encontrar 4 letras concretas en posiciones equidistantes dentro de cualquier texto, incluida la Biblia. Todo lo que se requiere es multiplicar las probabilidades de aparición de cada una de las 4 letras en la secuencia.
Allen Paulos lo calcula así:
Por ejemplo, si la lengua es el inglés, entonces, en cualquier posición dada, las probabilidades respectivas de las letras l, i, f y e son 0,039, 0,068, 0,022 y 0,124, así que la probabilidad de la sencuencia “life” en cuatro posiciones dadas es simplemente 0,039 × 0,068 × 0,022 × 0,124, lo que da aproximadamente 0,0000072. El producto de estos cuatro números (llamémoslo P) es una probabilidad muy pequeña. Las secuencias de letras equidistantes más largas serían aún más improbables.Estas cifras hacen pensar a cualquiera que la probabilidad de encontrar la palabra “life” en un texto es remota. Sin embargo, el proceso empleado para descubrir la secuencia “life” en un texto incluye un matiz que se ha pasado por alto. En nuestro cálculo de probabilidades presuponemos que la secuencia de letras y las posiciones estaban especificadas DEANTEMANO, y que el texto se seleccionó y observó DESPUÉS.
Cuando desarrollemos ese matiz, os daréis cuenta de que las probabilidades no son tan altas.
Si nos despojamos de cualquier creencia y analizamos objetivamente el problema, hemos de convenir que la búsqueda de la secuencia vino primero, así que las probabilidades no son tan bajas. La localización de letras equidistantes no deben aparecer necesariamente en una localización particular del texto. Estamos dispuestos a que “life” aparezca en cualquier parte del texto, desde el principio al final.
Es decir, se buscan todas las posiciones a partir de las cuales puede identificarse una secuencia de letras equidistante (siendo X el número de posiciones de letras dentro del texto). Entonces la probabilidad de hallar la secuencia “life” viene a ser: P x X.
A continuación supongamos que no nos limitamos a un intervalo fijo de, pongamos, 76 posiciones entre las letras “life”, sino que buscamos la secuencia de letras equidistantes para cualquier intervalo posible entre, digamos, 1 y 1000 letras. Con este procedimiento las cifras vuelven a cambiar. La probabilidad de que observemos la secuencia viene a ser P x X x 1000, un número que ya no es tan pequeño. Podemos incrementar aún más la probabilidad de encontrar la secuencia ampliando el número de maneras en que podría darse. Podemos buscarla de derecha a izquierda, o en diagonal o, como en el caso de los criptogramas bíblicos, permitir distintas secuencias de letras equidistantes para los dos términos relacionados, que estén cercanos pero separados en el texto, o buscar caracterizaciones o nombres alternativos, o relajar las restricciones de muchas otras maneras.
Finalmente, el observador sólo se fijará en las secuencias que le interesan y pasará por alto las que no.
En resumidas cuentas, lo importante no es la probabilidad de que aparezca una secuencia particular en un texto sino la probabilidad de que ALGUNA secuencia de significado vagamente similar aparezca DE ALGÚN MODO y EN ALGUNA PARTE del texto.
Bajo esta reglas tan laxas, es fácil, por ejemplo, encontrar secuencias interesantes en la traducción inglesa de Guerra y Paz: “Jordan”, “Chicago” y “Bulls”. Es decir, que Tolstoi estaba profundamente interesado en el futuro del baloncesto.
El artículo estadístico antes citado también puede ilustrar otro defecto más sutil que tiene que ver con sesgos no intencionados en la elección de las secuencias buscadas, procedimientos definidos vagamente, la variedad y las contingencias de la ortografía del hebreo antiguo y las diversas versiones de la Torá, o incluso el teorema de Ramsey, un profundo resultado matemático sobre la inevitabilidad del orden en cualquier secuencia de símbolos lo bastante larga.Vía | Elogio de la irreligión de John Allen Paulos