Nada está zanjado aún, Al Gore
Por Jeff Jacoby
Al presentar el reportaje de portada del número de Newsweek del 13 de agosto sobre el "revisionismo" del calentamiento global, el editor Jon Meacham sacó a la palestra un vergonzoso error del pasado de su revista: un artículo de abril de 1975 acerca del enfriamiento global y la inminente edad de hielo que los científicos predecían entonces que se nos venía encima. |
El ataque contra el escepticismo científico
Meacham reconoce que "aquellos que dudan de que los gases de efecto invernadero estén causando un cambio climático significativo vienen señalando el reportaje de Newsweek de 1975 como ejemplo de lo muy equivocados que puede llegar a estar periodistas y científicos". Pero en lugar de reconocer que los escépticos pueden tener razón, Meacham desprecia esa posibilidad: "Nunca ha habido en lo que se refiere al enfriamiento global nada que se aproxime ni remotamente al actual consenso científico de que el mundo se está calentando a causa de las emisiones de gases de efecto invernadero."
¿Ah, sí? Newsweek tenía un discurso diferente en 1975. Entonces, la revista informaba de que los científicos eran "casi unánimes" en la creencia de que el inminente Fin del Universo implicaría una reducción en la producción alimentaria, advirtiendo algunos de ellos que "las hambrunas resultantes serán catastróficas". Además, "las pruebas en apoyo a estas predicciones" –que incluían desde temporadas de siembra más cortas hasta incrementos en el grosor de la nieve en Estados Unidos pasando por episodios de tornados que rompían records– habían "comenzado a acumularse de manera tan masiva que los meteorólogos tiene problemas para mantenerse al tanto de todas ellas".
Pero Meacham, sin citar nada de esto, simplemente desprecia aquel reportaje de 1975 como "alarmista" y "desacreditado". Hoy día, asegura a sus lectores, las ansiedades de Newsweek en materia de cambio climático descansan "en los cimientos científicos más sólidos".
¿Sí? ¿Entonces por qué es tan estridente y censurador el tono del reportaje de portada de Sharon Begley, consistente en nueve páginas en las que cualquiera que sea escéptico a la afirmación de que la actividad humana esté provocando el calentamiento global es retratado como un lacayo comprado y pagado por las industrias del carbón y el petróleo? ¿Por qué a aquellos que señalan la debilidad de los modelos del calentamiento global son etiquetados como "negacionistas" o agentes de la "maquinaria negacionista" o engañosos practicantes del "negacionismo"? ¿No sería más eficaz responder a los que dudan, algunos de los cuales son científicos del clima con una gran reputación en su propio campo, con datos y argumentos científicos en lugar de insinuaciones sarcásticas de engaño y venalidades? ¿Creen realmente Newsweek y Begley que todo el mundo que disiente del apocalíptico vaticinio del calentamiento global lo hace de mala fe?
El calentamiento global de origen antropogénico es una hipótesis científica, no un dogma religioso o ideológico. El escepticismo y la duda son algo completamente apropiado en el reino de la ciencia, en el cual la verdad se determina por las pruebas, la experimentación y la observación, no mediante el consenso o la revelación divina. Aún así, en lo que respecta a la teoría oficial del calentamiento global, la disidencia es tratada como una herejía, como una creencia perniciosa cuyos partidarios deben ser avergonzados, rechazados o silenciados.
Newsweek no es ni mucho menos el único culpable. En el concierto de Live Earth en New Jersey el mes pasado, Robert F. Kennedy Jr. denunció a los escépticos del cambio climático como "bufones corporativos" de los "villanos" enemigos de Estados Unidos y la raza humana. "Esto es traición", gritaba, "y necesitamos comenzar a tratarlos ya como traidores".
Algunos ecologistas y columnistas han sugerido que el "negacionismo" del calentamiento global sea considerado como una violación de la ley, del mismo modo en que lo es en algunos países la negación del Holocausto. Otros han propuesto que los disidentes del cambio climático sean procesados en juicios de estilo Nüremberg. Heidi Cullen, del Weather Channel, ha sugerido que los meteorólogos sean privados de su certificado profesional de la American Meteorological Society si se atreven a cuestionar las predicciones catastrofistas del calentamiento global.
Hace unas semanas, Marlo Lewis, del Competitive Enterprise Institute, publicó un artículo oponiéndose a los límites por ley a las emisiones de dióxido de carbono, argumentando que el Congreso no debía imponer límites hasta que exista tecnología para producir energía que no dependa del dióxido de carbono. En respuesta al razonable artículo de Lewis, el presidente del Consejo Americano de Energías Renovables, Michael Eckhart, le envió una amenaza por correo electrónico:
Acepta esta advertencia, Marlo. Es mi intención acabar con tu carrera de embustero. Si escribes una sola columna más contra el cambio climático, iniciaré una campaña contra tu integridad profesional. Te llamaré mentiroso y charlatán en la comunidad de Harvard de la que somos miembros. Te acusaré de haberte vendido a las grandes multinacionales. Venga, tío. Dame una excusa.
Este es un fanatismo e intolerancia propios de un auto de fe. El último lugar al que pertenece es el debate sobre políticas públicas. El interesante y complejo fenómeno del cambio climático está aún siendo desentrañado y, por más que aquellos decididos a convertirlo en una cruzada del bien contra el mal insistan en lo contrario, el asunto del calentamiento global no es un libro cerrado. Difamar como traidores, lacayos o enemigos de la humanidad a aquellos que rompen el "consenso científico" puede ser emocionalmente satisfactorio y hasta profesionalmente lucrativo. También es un acoso indefendible. Que los matones estén seguros de hacer lo correcto seguro no es un argumento para su defensa.
Como el juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis escribió hace tiempo, "los mayores peligros para la libertad se esconden en la usurpación insidiosa que de ella hacen hombres entusiastas y bienintencionados, pero sin entendimiento".
El debate científico está bien lejos de terminar
Si hay algo en lo que los cruzados del cambio climático son inflexibles es en que el debate científico está zanjado. Que los gases de efecto invernadero emitidos con la actividad humana están provocando que el planeta se caliente peligrosamente es un hecho establecido, aseguran; sólo un charlatán podría afirmar lo contrario. En palabras de Al Gore, el principal apóstol del calentamiento global de Estados Unidos: "No hay debate. Hacemos frente a una emergencia planetaria. (...) Entre personas serias que han examinado las pruebas ya no hay más debate científico."
Pero al igual que sucede con otras muchas afirmaciones que ha hecho Gore a lo largo de los años ("Yo tomé la iniciativa de crear Internet"), esta no encaja en absoluto con la realidad.
No son difíciles de encontrar ni científicos ni otras "personas serias" que cuestionan la narrativa apocalíptica del calentamiento global. El año pasado, 60 de ellos enviaron una carta al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, instándole a tomar "una valoración apropiada de los recientes avances en las ciencias del clima" y cuestionando el argumento de que "se avecina una catástrofe climática y la humanidad es la causa". La carta alertaba de que "las pruebas observadas no apoyan los modelos climáticos de hoy en día" y advertía de que dado que el estudio del cambio climático es relativamente nuevo, "podrían pasar muchos años aún antes de que comprendamos adecuadamente el sistema climático de la Tierra".
Entre los firmantes de esa carta a Harper estaban Fred Singer, el ex director del Servicio Norteamericano de Satélites del Clima; Ian Clark, especialista en hidrogeología y paleoclimatología de la Universidad de Ottawa; Hendrik Tennekes, ex director de investigación del Real Instituto Metereológico de los Países Bajos; el físico Freeman Dyson, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, y Roy Spencer, de la Universidad de Alabama, antes director científico de estudios del clima del Centro Espacial Marshall de la NASA en Huntsville, Alabama; además de otros 55 especialistas en ciencias del clima y disciplinas afines.
¿Ha terminado el debate científico?
El director de la NASA, Michael Griffin, declaró en mayo a la National Public Radio que aunque es cierto que existe una tendencia general de calentamiento global, eso no la convierte en "un problema que tengamos que combatir". Asegurar que cualquier cambio del clima ha de ser malo es asumir que "el clima de la Tierra hoy es óptimo, el mejor que podríamos tener". La temperatura del planeta lleva milenios fluctuando, añadió. "Yo no creo que esté en la mano de los seres humanos garantizar que el clima no cambie".
En el 2003, los científicos medioambientales Dennis Bray y John von Storch encuestaron a 530 de sus colegas en 27 países sobre temas relacionados con el calentamiento global. Una pregunta planteada: "¿En qué medida está usted de acuerdo o en desacuerdo con que el cambio climático es sobre todo resultado de causas antropogénicas?" En una escala de 1 (completamente de acuerdo) a 7 (completamente en desacuerdo), la nota media era de 3,62, lo que refleja que no hay un consenso claro.
Preguntados sobre si súbitos cambios climáticos provocarían la devastación de algunas zonas del mundo, el porcentaje de científicos completamente de acuerdo (9,1) era casi idéntico al porcentaje en total desacuerdo (9,0). Otra pregunta planteada fue: ¿En qué medida podría ser "beneficioso" el calentamiento global para algunas sociedades? Un sorprendente 34% de los científicos respondía 1 ó 2 (un enorme grado de beneficio); sólo el 8,3% respondía 6 ó 7 (muy poco/ ningún beneficio).
Evidentemente, el debate científico no está zanjado. Está constantemente en marcha.
Tome el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Al contrario que el anterior, del 2001, que preveía un probable ascenso en los niveles del mar a lo largo del próximo siglo de alrededor de 90 centímetros, el nuevo reduce esa cifra a la mitad, hasta aproximadamente 43 centímetros. ¿Por qué la revisión? "Principalmente es debido a que disponemos de mejor información", se indica en la letra pequeña. Luego continúa indicando que hasta esta estimación más reciente implica ciertas conjeturas: "La comprensión de estos efectos es demasiado limitada como para determinar su probabilidad". La ciencia está mejorando, pero está lejos de estar zanjada.
O tome el reciente descubrimiento de que fue 1934, y no 1998, el año más cálido en Estados Unidos desde que comenzasen a registrarse las temperaturas en 1880. El Instituto Goddard de Ciencias del Espacio de la NASA alteró discretamente sus listas después de que un estadístico canadiense descubriera un error en los cálculos oficiales. Según los datos nuevos, cinco de los diez años más cálidos registrados en los Estados Unidos tuvieron lugar antes de 1940; apenas tres pertenecían a la última década.
Los climatólogos están intentando aún que los fundamentos de su ciencia sean correctos. El número del 10 de agosto de la revista Science observa que muchos investigadores apenas están comenzando a incorporar las variaciones climáticas naturales del planeta –léase no antropogénicas– a sus cálculos. "Hasta la fecha", informa Science, "aquellos de entre quienes pronostican el clima que temen lo que los gases de efecto invernadero pudieran estar haciéndole han ignorado lo que sucede de manera natural. (...) En este número, los investigadores hacen su primer intento de pronosticar el clima de dentro de una década con las condiciones actuales en mente."
"Su primer intento", no el último. La ciencia que estudia los cambios del clima es aún joven y está sin zanjar. Aún quedan años de ensayo y error. Pese a lo que pueda decir Al Gore, el debate está lejos de terminar.
Meacham reconoce que "aquellos que dudan de que los gases de efecto invernadero estén causando un cambio climático significativo vienen señalando el reportaje de Newsweek de 1975 como ejemplo de lo muy equivocados que puede llegar a estar periodistas y científicos". Pero en lugar de reconocer que los escépticos pueden tener razón, Meacham desprecia esa posibilidad: "Nunca ha habido en lo que se refiere al enfriamiento global nada que se aproxime ni remotamente al actual consenso científico de que el mundo se está calentando a causa de las emisiones de gases de efecto invernadero."
¿Ah, sí? Newsweek tenía un discurso diferente en 1975. Entonces, la revista informaba de que los científicos eran "casi unánimes" en la creencia de que el inminente Fin del Universo implicaría una reducción en la producción alimentaria, advirtiendo algunos de ellos que "las hambrunas resultantes serán catastróficas". Además, "las pruebas en apoyo a estas predicciones" –que incluían desde temporadas de siembra más cortas hasta incrementos en el grosor de la nieve en Estados Unidos pasando por episodios de tornados que rompían records– habían "comenzado a acumularse de manera tan masiva que los meteorólogos tiene problemas para mantenerse al tanto de todas ellas".
Pero Meacham, sin citar nada de esto, simplemente desprecia aquel reportaje de 1975 como "alarmista" y "desacreditado". Hoy día, asegura a sus lectores, las ansiedades de Newsweek en materia de cambio climático descansan "en los cimientos científicos más sólidos".
¿Sí? ¿Entonces por qué es tan estridente y censurador el tono del reportaje de portada de Sharon Begley, consistente en nueve páginas en las que cualquiera que sea escéptico a la afirmación de que la actividad humana esté provocando el calentamiento global es retratado como un lacayo comprado y pagado por las industrias del carbón y el petróleo? ¿Por qué a aquellos que señalan la debilidad de los modelos del calentamiento global son etiquetados como "negacionistas" o agentes de la "maquinaria negacionista" o engañosos practicantes del "negacionismo"? ¿No sería más eficaz responder a los que dudan, algunos de los cuales son científicos del clima con una gran reputación en su propio campo, con datos y argumentos científicos en lugar de insinuaciones sarcásticas de engaño y venalidades? ¿Creen realmente Newsweek y Begley que todo el mundo que disiente del apocalíptico vaticinio del calentamiento global lo hace de mala fe?
El calentamiento global de origen antropogénico es una hipótesis científica, no un dogma religioso o ideológico. El escepticismo y la duda son algo completamente apropiado en el reino de la ciencia, en el cual la verdad se determina por las pruebas, la experimentación y la observación, no mediante el consenso o la revelación divina. Aún así, en lo que respecta a la teoría oficial del calentamiento global, la disidencia es tratada como una herejía, como una creencia perniciosa cuyos partidarios deben ser avergonzados, rechazados o silenciados.
Newsweek no es ni mucho menos el único culpable. En el concierto de Live Earth en New Jersey el mes pasado, Robert F. Kennedy Jr. denunció a los escépticos del cambio climático como "bufones corporativos" de los "villanos" enemigos de Estados Unidos y la raza humana. "Esto es traición", gritaba, "y necesitamos comenzar a tratarlos ya como traidores".
Algunos ecologistas y columnistas han sugerido que el "negacionismo" del calentamiento global sea considerado como una violación de la ley, del mismo modo en que lo es en algunos países la negación del Holocausto. Otros han propuesto que los disidentes del cambio climático sean procesados en juicios de estilo Nüremberg. Heidi Cullen, del Weather Channel, ha sugerido que los meteorólogos sean privados de su certificado profesional de la American Meteorological Society si se atreven a cuestionar las predicciones catastrofistas del calentamiento global.
Hace unas semanas, Marlo Lewis, del Competitive Enterprise Institute, publicó un artículo oponiéndose a los límites por ley a las emisiones de dióxido de carbono, argumentando que el Congreso no debía imponer límites hasta que exista tecnología para producir energía que no dependa del dióxido de carbono. En respuesta al razonable artículo de Lewis, el presidente del Consejo Americano de Energías Renovables, Michael Eckhart, le envió una amenaza por correo electrónico:
Acepta esta advertencia, Marlo. Es mi intención acabar con tu carrera de embustero. Si escribes una sola columna más contra el cambio climático, iniciaré una campaña contra tu integridad profesional. Te llamaré mentiroso y charlatán en la comunidad de Harvard de la que somos miembros. Te acusaré de haberte vendido a las grandes multinacionales. Venga, tío. Dame una excusa.
Este es un fanatismo e intolerancia propios de un auto de fe. El último lugar al que pertenece es el debate sobre políticas públicas. El interesante y complejo fenómeno del cambio climático está aún siendo desentrañado y, por más que aquellos decididos a convertirlo en una cruzada del bien contra el mal insistan en lo contrario, el asunto del calentamiento global no es un libro cerrado. Difamar como traidores, lacayos o enemigos de la humanidad a aquellos que rompen el "consenso científico" puede ser emocionalmente satisfactorio y hasta profesionalmente lucrativo. También es un acoso indefendible. Que los matones estén seguros de hacer lo correcto seguro no es un argumento para su defensa.
Como el juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis escribió hace tiempo, "los mayores peligros para la libertad se esconden en la usurpación insidiosa que de ella hacen hombres entusiastas y bienintencionados, pero sin entendimiento".
El debate científico está bien lejos de terminar
Si hay algo en lo que los cruzados del cambio climático son inflexibles es en que el debate científico está zanjado. Que los gases de efecto invernadero emitidos con la actividad humana están provocando que el planeta se caliente peligrosamente es un hecho establecido, aseguran; sólo un charlatán podría afirmar lo contrario. En palabras de Al Gore, el principal apóstol del calentamiento global de Estados Unidos: "No hay debate. Hacemos frente a una emergencia planetaria. (...) Entre personas serias que han examinado las pruebas ya no hay más debate científico."
Pero al igual que sucede con otras muchas afirmaciones que ha hecho Gore a lo largo de los años ("Yo tomé la iniciativa de crear Internet"), esta no encaja en absoluto con la realidad.
No son difíciles de encontrar ni científicos ni otras "personas serias" que cuestionan la narrativa apocalíptica del calentamiento global. El año pasado, 60 de ellos enviaron una carta al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, instándole a tomar "una valoración apropiada de los recientes avances en las ciencias del clima" y cuestionando el argumento de que "se avecina una catástrofe climática y la humanidad es la causa". La carta alertaba de que "las pruebas observadas no apoyan los modelos climáticos de hoy en día" y advertía de que dado que el estudio del cambio climático es relativamente nuevo, "podrían pasar muchos años aún antes de que comprendamos adecuadamente el sistema climático de la Tierra".
Entre los firmantes de esa carta a Harper estaban Fred Singer, el ex director del Servicio Norteamericano de Satélites del Clima; Ian Clark, especialista en hidrogeología y paleoclimatología de la Universidad de Ottawa; Hendrik Tennekes, ex director de investigación del Real Instituto Metereológico de los Países Bajos; el físico Freeman Dyson, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, y Roy Spencer, de la Universidad de Alabama, antes director científico de estudios del clima del Centro Espacial Marshall de la NASA en Huntsville, Alabama; además de otros 55 especialistas en ciencias del clima y disciplinas afines.
¿Ha terminado el debate científico?
El director de la NASA, Michael Griffin, declaró en mayo a la National Public Radio que aunque es cierto que existe una tendencia general de calentamiento global, eso no la convierte en "un problema que tengamos que combatir". Asegurar que cualquier cambio del clima ha de ser malo es asumir que "el clima de la Tierra hoy es óptimo, el mejor que podríamos tener". La temperatura del planeta lleva milenios fluctuando, añadió. "Yo no creo que esté en la mano de los seres humanos garantizar que el clima no cambie".
En el 2003, los científicos medioambientales Dennis Bray y John von Storch encuestaron a 530 de sus colegas en 27 países sobre temas relacionados con el calentamiento global. Una pregunta planteada: "¿En qué medida está usted de acuerdo o en desacuerdo con que el cambio climático es sobre todo resultado de causas antropogénicas?" En una escala de 1 (completamente de acuerdo) a 7 (completamente en desacuerdo), la nota media era de 3,62, lo que refleja que no hay un consenso claro.
Preguntados sobre si súbitos cambios climáticos provocarían la devastación de algunas zonas del mundo, el porcentaje de científicos completamente de acuerdo (9,1) era casi idéntico al porcentaje en total desacuerdo (9,0). Otra pregunta planteada fue: ¿En qué medida podría ser "beneficioso" el calentamiento global para algunas sociedades? Un sorprendente 34% de los científicos respondía 1 ó 2 (un enorme grado de beneficio); sólo el 8,3% respondía 6 ó 7 (muy poco/ ningún beneficio).
Evidentemente, el debate científico no está zanjado. Está constantemente en marcha.
Tome el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Al contrario que el anterior, del 2001, que preveía un probable ascenso en los niveles del mar a lo largo del próximo siglo de alrededor de 90 centímetros, el nuevo reduce esa cifra a la mitad, hasta aproximadamente 43 centímetros. ¿Por qué la revisión? "Principalmente es debido a que disponemos de mejor información", se indica en la letra pequeña. Luego continúa indicando que hasta esta estimación más reciente implica ciertas conjeturas: "La comprensión de estos efectos es demasiado limitada como para determinar su probabilidad". La ciencia está mejorando, pero está lejos de estar zanjada.
O tome el reciente descubrimiento de que fue 1934, y no 1998, el año más cálido en Estados Unidos desde que comenzasen a registrarse las temperaturas en 1880. El Instituto Goddard de Ciencias del Espacio de la NASA alteró discretamente sus listas después de que un estadístico canadiense descubriera un error en los cálculos oficiales. Según los datos nuevos, cinco de los diez años más cálidos registrados en los Estados Unidos tuvieron lugar antes de 1940; apenas tres pertenecían a la última década.
Los climatólogos están intentando aún que los fundamentos de su ciencia sean correctos. El número del 10 de agosto de la revista Science observa que muchos investigadores apenas están comenzando a incorporar las variaciones climáticas naturales del planeta –léase no antropogénicas– a sus cálculos. "Hasta la fecha", informa Science, "aquellos de entre quienes pronostican el clima que temen lo que los gases de efecto invernadero pudieran estar haciéndole han ignorado lo que sucede de manera natural. (...) En este número, los investigadores hacen su primer intento de pronosticar el clima de dentro de una década con las condiciones actuales en mente."
"Su primer intento", no el último. La ciencia que estudia los cambios del clima es aún joven y está sin zanjar. Aún quedan años de ensayo y error. Pese a lo que pueda decir Al Gore, el debate está lejos de terminar.