Creía que el asunto estaba claro: ningún estudio científico ha demostrado que el uso del móvil produzca cáncer. Y también creía que los diarios de referencia eran conscientes de ello. Pues no es así. En el suplemento de artículos de The New York Times que publica semanalmente El País, se asegura hoy que "mantener un teléfono móvil pegado a su oído o guardarlo en un bolsillo puede ser peligroso para su salud" y que "la proximidad de los aparatos puede producir cáncer". Cuando me lo ha contado José Carlos Pérez Cobo, biólogo de la Universidad del País Vasco (UPV), no podía creérmelo.
La historia está firmada por Randall Stross, columnista del diario neoyorquino y profesor de Negocios en la Universidad de San José. Se titula "Llamada de atención sobre los móviles" -en el original, "Should you be snuggling with your cellphone?"- y es una muestra de columnismo irresponsable, sensacionalista e ignorante. El pretexto es que una epidemióloga de la Universidad de Pittsburg, Devra Davis, acaba de publicar un libro titulado Disconnect (Desconecta), en el que "analiza las investigaciones científicas [sobre los riesgos para la salud de las radiaciones de los móviles] y concluye que la cuestión no está zanjada".
Stross no presenta en todo el texto ni una prueba de su tesis, que resume perfectamente la frase destacada en un sumario en El País: "La proximidad de los aparatos puede producir cáncer". Es lo que piensa Davis, que los móviles causan tumores cerebrales. Para apoyar eso, el autor recuerda que, en las instrucciones de las terminales, "Apple, por ejemplo, no quiere que sus iPhones estén a menos de 1,5 centímetros de usted y Research In Motion, el fabricante de BlackBerry, recomienda que no estén a menos de 2,5 centímetros".
Dicho así, parece terrible, que nos están ocultando algo, pero eche un ojo a las instrucciones de cualquier electrodoméstico casero o juguete infantil y leerá advertencias mucho más alarmantes -no se meta tal cosa por la nariz o la boca, por ejemplo- puestas por los fabricantes para curarse en salud.
"Datos inquietantes" inventados
El columnista acaba diciendo que Davis, "citando los inquietantes resultados de unas investigaciones en Israel, Francia, Suecia y Finlandia, afirma: «Creo que estoy asistiendo a una epidemia en cámara lenta»". Si después de este final usted sigue usando el móvil, no se preocupe. Lo dicho por Davis es tan apocalíptico como el cuento del calendario maya y el fin del mundo de 2012, y tiene el mismo fundamento científico.
Ninguna investigación ha confirmado hasta la fecha lo apuntado por la epidemióloga estadounidense. Al contrario. La conclusión del llamado estudio Interphone, realizado por la Organización Mundiall de la Salud (OMS) y en el que han participado más de 10.000 personas -usuarios de móvil; no usuarios; supervivientes de un tumor cerebral que los utilizaban y que no-, es que "no existe ningún incremento de cáncer cebreal entre los usuarios de móvil".
Stross habla en su columna de esa investigación y dice: "El estudio más grande sobre el uso del móvil y el cáncer cerebral ha sido el Estudio Internacional de Control de Casos Interphone, en el cual investigadores han participado de trece países desarrollados (pero no Estados Unidos). Entrevistaron a pacientes de tumores cerebrales, de entre 30 y 59 años, entre 2000 y 2004, y luego improvisaron un grupo control de personas que no habían utilizado regularmente un celular.
El estudio concluyó que el uso de un móvil parecía disminuir el riesgo de tumores cerebrales, algo que los autores reconocieron que "inverosímil" y un producto de deficiencias metodológicas del estudio. Los investigadores incluyeron algunos datos inquietantes en un apéndice sólo disponible en línea. Éstos mostraban que los sujetos que utilizaron el móvil durante 10 años o más tenían el doble el riesgo de desarrollar glioma cerebral, un tipo de tumor".
Esta parte del artículo ha sido suprimida de la versión española, me imagino que por falta de espacio. Pero es clave para entender la tendenciosidad e ignorancia del columnista, que convierte un estudio que descarta la relación entre el móvil y el cáncer en todo lo contrario.
Porque, en el apéndice citado por Stross, los autores no han escondido ningún dato inquietante: repiten que no hay relación entre el uso del móvil y los tumores cerebrales; que se da entre los usuarios de celulares hasta una disminución en el riesgo de sufrir esa dolencia, algo achacable a problemas metodológicos; y que cabe atribuir a eso mismo también que parezca que los usuarios más antiguos de esta tecnología tienen el doble de riesgo de padecer glioma, ya que algunos de recordaban tiempos de utilización del móvil "altamente implausibles", llegando hasta las 12 horas diarias.
"Sesgos y errores impiden una interpretación causal de estos resultados", dicen los investigadores a modo de conclusión de ese apéndice.
El artículo de Stross se publicó el 13 de noviembre en la sección de Negocios de The New York Times, no en la de Ciencia. En el suplemento semanal de El País puede leerse, sin embargo, en la deCiencia y Tecnología, aunque jamás se hubiera publicado en las páginas científicas del diario, donde se dio en su día la noticia de que "la OMS dice que no es posible vincular los móviles con el cáncer", ni en el Ciberpaís, donde no se dudó en calificar de leyenda urbana la relación entre los teléfonos celulares y esa enfermedad.
Si uno gira la vista hacia la página contigua a la que acoge el texto de Stross en el periódico madrileño, se encuentra, además, una extensa información dedicada al aumento de la demanda de exorcismos en Estados Unidos. Uno lee el encabezamiento de la página y ve los nombres de dos periódicos serios donde había colocado mentalmente el de una revista del estilo de Más Allá, Año Cero o Enigmas.
¿Será que la selección de artículos del suplemento de The New York Times ha corrido a cargo de Iker Jiménez y su equipo?